La base ideal de una olla es de acero inoxidable o acero vitrificado. Estando fría, la olla tiene una base ligeramente cóncava y, en cuanto al tamaño, se adapta perfectamente a la zona de cocción – no importa si ésta es redonda o cuadrada. En cambio, las zonas de cocción por inducción flexibles detectan automáticamente el tamaño y la posición de la olla y la calientan exactamente en esta parte.
Tenga cuidado del correcto grosor del fondo de la olla. Para acero vitrificado, el grosor recomendado es 2-3 mm, para ollas de acero inoxidable con base tipo “sandwich“ es 4-6 mm.
La base de la olla debería ser ligeramente cóncava, o sea, curvada hacia adentro. Pues tan pronto se calienta, se dilata y se ciñe plana a la placa vitrocerámica. De todos modos, esta concavidad no debería ser demasiado pronunciada, de lo contrario, habría demasiado espacio entre la placa vitrocerámica y la base de la olla.
Si la base de la olla es convexa, o sea, bombeada hacia afuera, ésta no se ceñirá plana a la placa. Por los lados se escapará una valiosa energía calefactora, de tal modo que la comida no será calentada uniformemente.
Si el diámetro de la base de la olla excede el de la zona de cocción, la comida no será calentada suficientemente y el tiempo de cocción se alargará.
El diámetro de la olla no debería ser más pequeño que la sección transversal de la zona de cocción. De lo contrario, se escapará la energía calefactora inútilmente.